lunes, 5 de mayo de 2014

El mentor

Desde su infancia había conservado la capacidad para esperar la sorpresa, agazapada ésta en el tumulto de los días, para al final, hacer un balance positivo de los momentos vividos. Ya hacía años desde la última vez que estuvieron juntos, compartiendo todo un mundo sólo de los dos, él era su mentor. Aún le venía a la mente aquella despedida fría e incompleta que los alejó, haciendo del tiempo y el silencio un desierto. Le sonreía la vida, saboreaba los últimos días de su luna miel, y acababa de hacer realidad su sueño de publicar una novela. Todo le recordaba que le debía mucho de esa felicidad a Mateo, sin él no habría conocido a su mujer, Clara, ni tampoco reunir el coraje para sacar adelante todo el universo que representaba esa obra.

Una noche preparó todo lo necesario para una cena en solitario, y después de la tercera copa de su mejor vino despejó la duda de hacer una visita a su amigo y hacerle partícipe de su nueva vida. Después de ese tiempo seguía viéndolo como la mano que estuvo ahí en tantas tormentas. Antes del amanecer bajó al garaje con lo justo para un viaje que ya había hecho mentalmente. Al salir a la carretera su coche se incorporó a la oscuridad de la noche. Circulaba con seguridad, como si transportase algo delicado, frágil, eran las palabras que unirían dos islas alejadas en el tiempo. Le sorprendió el amanecer en el camino, y justo entonces pudo saber que ese viaje era la mejor opción. Tampoco pudo dejar de pensar en todo el camino que sería una sorpresa para Mateo.

Pasadas unas horas enfiló la calle que llevaba hasta su destino, y al bajarse del coche se encontró con una casa desangelada, con todas las persianas cerradas, transmitía una sensación de abandono. Pulsó el timbre varias veces sin respuesta. Entonces probó en casa de los vecinos, a ver si éstos podían facilitarle información. En la segunda casa que lo intentó una anciana le atendió, era agradable pero tenía problemas de audición, y tras una larga espera a sus preguntas, pudo entender que Mateo había muerto no hace mucho. A lo que añadió que siempre fue un buen vecino.

De todos los desenlaces que podría haber imaginado ese no estaba en su cabeza, una enfermedad rápida y cruel había segado otra vida una vez más, lo que le dejaba un sentimiento de extrañeza enorme. Recuerdos no tan lejanos llenaban sus pupilas con una energía que hacia mas difícil aceptar la noticia. En esos momentos, sus pasos no tenían rumbo, eran demasiadas las impresiones que se agolpaban en su interior para conducir de vuelta a casa, su mundo se veía expuesto de nuevo al rigor de los hechos. No podía emprender el regreso sin antes quedar con la hija de su amigo, Sofía.

Pasaron la tarde compartiendo recuerdos de un pasado en común, experiencias cruciales en su vida, emociones ligadas a la persona que ya no estaba. En varias ocasiones Sofía hizo hincapié en la estima que su padre siempre sintió por él, añadiendo que guardaba una carta que debía entregarle, esa fue la voluntad de su padre.

Nunca pudo imaginar que el destino le reservaría las palabras de Mateo en esa carta, como lo más cercano a ese encuentro que no había podido tener lugar tras su viaje. La despedida.

Rodeado del silencio ensimismado del lector entregado, esa noche descubrió las últimas palabras de la persona que quizá le conocía mejor que aquellas que le rodeaban. No tuvo que avanzar mucho en la lectura para saber que esa distancia había estado poblada de mil gestos, por su parte, para traer cada jornada el recuerdo de su pupilo, evocando en cada línea la ausencia de un ser querido.  En las últimas líneas esperaba que la vida le reservase la más deseable de las sorpresas, ya que para Mateo conocerle significó renovar su compromiso con la vida.



martes, 29 de abril de 2014

Algunas noches

Algunas noches al oír mi respiración en medio de la quietud del momento pienso  por qué yo, en breve el sueño me llevará a lugares en los que la memoria duerme y la respiración marca un tiempo hipnótico, y mi pregunta se confunde con el fondo del mar. Los instantes corren sin avanzar hacia ningún punto, el tiempo aparece ahora como un dado de caras borradas, el fondo emerge para tamizar una historia desde la luz indirecta que llega a mí…
Mi pregunta, intempestiva siempre, me aguarda en el revés de las  experiencias que me empujan hacia algún lugar, y es que fuera del sueño todo tiene que tener un porqué, el último sentido que nos devuelve el orden del universo. Aún esperamos que todo encaje como lo hacen los sonidos de una nana. Esto no será posible de nuevo, cada mañana nos despertaremos como piezas de un puzzle.
Las fronteras del sueño me recuerdan la delicadeza de la caída de las hojas en otoño, recuerdos que se arremolinan jugando con el viento de lo inventado.

Noches de itinerario fantástico con variaciones incontables, donde esta bruma de la razón nos sumerge en lo desconocido…  

viernes, 25 de abril de 2014

La palabra errada

Después de una vida vivida aún solía levantarse por las mañanas pensando en los motivos que le hicieron torcer el gesto hace mucho, y no era fácil poner fin a ese enigma. Esta obsesión no le dejaba con el paso de los días. Sin proponérselo iba analizando su manera de relacionarse con los demás, sus pensamientos íntimos, sus silencios más sospechosos, y no avanzaba nada en su propósito.

Llegó a la incómoda conclusión de que necesariamente debía de encontrar cierta coherencia en su mundo interior para atar cabos, de no ser así, cómo podría fiarse de cualquiera de sus gestos o palabras. Al llegar a este punto de su búsqueda no se sentía con ánimo de proseguir, pero la sola idea de cómo le dejaba ahora este último pensamiento le obligaba a seguir hacia adelante. No tardó en darse cuenta de su miedo a sostener una idea por encima de todo, a esto le siguió su falta de constancia en tantas ocasiones pasadas, y poco a poco empezó a sentir que la incertidumbre anidaba en muchos espacios de su vida interior.

Ya sólo fue ir tirando de ese hilo que haría visibles tantos equívocos en su pasado, donde parecía no haber tenido el control sobre los aspectos más importantes. En todas las escenas siempre hubo un sujeto indiscutible, y no era así. Él sólo devenía como un amasijo de voluntades, debilidades, deseos, inseguridades, sentimientos, deberes, nunca una única voz…


En ese instante comprendió que esa palabra nunca podría encerrar aquella verdad, nunca más “yo”,  esa era la palabra. Nunca fuimos una voz, siempre seremos las voces reveladas…




jueves, 24 de abril de 2014

- Territorios Imaginarios -

Se libraba una lucha invisible entre la invención de territorios imaginarios y la aniquilación propia del tiempo.




¿Por qué tenías razón?...





¿Por qué tenías razón?...

Andaba dormido y tú me despertaste, tus palabras me hicieron cuestionarme el sonido de las mías, al fin podía oír la diferencia que enriquecía mi mundo. Sabía que no podía ser perfecta mi invención de mí mismo. Rotundas llamadas hiciste en mis oídos, nuevas respuestas diste a mis dilemas… tus pisadas completaban las mías, en tu abrazo sentí el verdadero calor humano… mi  mirada encontró una compañera de juegos,  los días dejaron de tener sus horas para pasar a ser cómplice de nuestros acertijos.  Mi rendición fue completa, la melodía que acariciaba mi ser era de una belleza diferente y siempre nueva, las notas fueron breves pero las necesarias para abrir puertas y ventanas en mi mundo. Pensé que mi pasado de caballero armado tocaba a su fin, la dama de mis sueños había entrado en mi mundo para inventar mil historias nuevas lejos de los campos de batalla. Los días brotaban como posibilidades de renovar el pacto que nos traía la magia de narrar nuestra historia… fuimos dos en un solo beso, el océano se miraría en nuestro manantial. La lluvia ya no mojaba tanto, ni el frío podía hacerme cambiar la dirección de mis pisadas hacia mi sueño, portador de tu sonrisa. Descubrí que una vida daba para mucho, podía estar toda mi existencia entonando una infinita queja solitaria… o por el contrario abrazar el destino que me regalaba la dicha suprema, el cálido abrazo que tú trajiste a mi vida, porque tú tenías razón…




Inventario del paso de los días

Deslizó su mano como si esperase encontrar en el lado opuesto de la mesa  a la persona que en esos momentos ocupaba su pensamiento, pero el frío y duro material fue la única respuesta que encontró. Era una mañana gélida, el viento hacia casi impracticable avanzar a duras penas por el asfalto, pero él consideraba que era perfecta para mantener su pensamiento en otro lugar. No siempre las cosas habían ido como ahora, atrás quedaban momentos de intimidad y ternura entre los dos que eran el mejor inventario del paso de los días, los días que hacían una vida. Un único error podía cambiar el curso de una historia, después cualquier resistencia a aceptar las consecuencias sería una derrota anticipada. Siempre le había fascinado observar el tono de su piel bajo los últimos rayos de sol del día, la mujer que inundo su silencio con el misterio del amor. Le gustaba saber que ella conocía sus debilidades y habían compartido las adversidades de la vida. Perderse, aunque sólo fuese por unas horas, naufragar en lo imposible… era imperdonable, ahogaba una complicidad forjada con el paso del tiempo que no conocía el silencio. Ya hace años que no podía recobrar la tranquilidad que disfruto tanto tiempo, llevaba la cuenta de los años y los meses que le separaban de aquella tarde. De las horas que le robarían el paraíso a cambio de dejarse llevar, abrazar a la persona equivocada, extraviándose para siempre en una espiral que se alimenta del error.




Pasarían otras motivaciones, otras esperas, otras despedidas, y en su interior sólo buscaba entre espejismos la sombra de lo que fue su verdadera pasión, el mundo parecía poco.

Su vida fue un sueño del que despertó demasiado pronto, para perderse en la bruma de los días…




miércoles, 23 de abril de 2014

Gotas de lluvia

Debía encontrar la forma de pasar un día más sin la sensación de catástrofe que para él era su vida, la tranquilidad de una buscada tregua. Esa noche no dejó de llover sobre la ciudad, pensó que el sonido continuo de las gotas de lluvia golpeando su ventana podía traer algo de calma a su ansiedad, era como si se suspendiera indefinidamente ese estado de pánico que arrastraba en aquellos momentos. La luz que entraba por la ventana iluminaba un cuarto oscuro, sus dedos buscaban una fotografía entre las páginas gastadas de los libros que ya no abría. Ansiaba tomar contacto con el niño que un día fue, abriendo los ojos a un mundo libre del peso de los años y sus taras.

No disponía de mucha luz en el interior de la habitación pero le bastaba para reconocer en la fotografía su cara sonriente junto a su madre, que lo tenía en brazos mientras besaba sus manos, aquellas que ahora temblaban frente a un mundo que dejaba de tener sentido para convertirse en un enigma. Después de una vida no había conseguido descifrar las claves que con los años conseguían atesorarse, para traer el sentido necesario para subir los peldaños que tarde o temprano se nos presentan.





 Se sobresaltó al quedar la habitación en una oscuridad completa y cerrada, fue como un presentimiento de algo fatal que no tardaría en caer sobre él, justo lo que de algún modo estaba intentando negar pero que se imponía a medida que se adentraba la noche.

A lo largo de aquella noche las pesadillas fueron pasando por su cabeza, sin dejar espacio para una brizna de aire que arrojase algo de esperanza en su alma, solo los primeros rayos del alba concedieron una minúscula tregua a un alma ya herida.